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NOS DEJAMOS ENGAÑAR

  • Foto del escritor: Pablo Alarcon Molina
    Pablo Alarcon Molina
  • 13 may 2020
  • 3 Min. de lectura

Vivimos tiempos extraños. El mundo se ha parado por completo, las noticias monopolizan su tiempo en datos referidos a un virus, periódicos llenan páginas con las consecuencias de esta pandemia, programas de opinión se centran en los diferentes modos de gestión de la crisis sanitaria y social. Críticas, alabanzas, comparaciones macabras sobre números de muertos en otros países, inundan conversaciones telefónicas y videollamadas. Pareciera como una competición donde no se ve la meta y tampoco se tiene claro si habrá un ganador.

Toda está información invade nuestro día a día, nuestras rutinas han cambiado, en algunos casos radicalmente, al que menos, drásticamente. El ciudadano que no estaba pendiente de las noticias y de los pactos de gobierno y demás politiqueos, le llegan informaciones, y en algunos casos contradictorias, que confunden y despistan. Periódicos deportivos han cambiado su información diaria sobre Real Madrid y Barcelona y escriben reportajes "médicos".

Decía José Luis Sampedro "sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada" Actualmente la libertad de expresión y el alcance de nuestras palabras han alcanzado su máximo exponente, pero, ¿realmente somos libres de pensamiento? ¿Qué es la libertad de pensamiento? ¿De qué depende?

Son preguntas igual poco habituales pero fundamentales a la hora de tomar decisiones, sobre todo en temas que afectan a tu comunidad y por ende a tí.


El otro día 6 de mayo de 2020, viendo y escuchando la comparecencia de gobierno por la solicitud de autorización de la prórroga del Estado de alarma, tuve varios pensamientos.

El primero fue que esas personas que estaban hablando me representaban, quiero decir, no representan mis pensamientos, pero si están tomando decisiones que me van a afectar, a mi, y al resto de los ciudadanos españoles. No digo que esté de acuerdo con el sistema, digo cómo es el sistema.

El segundo fué, si esta gente está decidiendo por mí, a través de un complejo sistema electoral, ¿no debería saber de primera mano que es lo que se está decidiendo?

El tercero, y con esto me quiero alejar lo máximo posible de la subjetividad, es, si en un momento de plena crisis mundial, sanitaria y social, donde la población está llena de dudas y la incertidumbre ha invadido nuestras vidas, estos diputados no deberían hacer discursos moderados, constructivos, estudiados, que planteen soluciones, en los que se presuma el diálogo anterior entre ellos, donde sus aparatos técnicos, pagados por otra parte por todos los ciudadanos del país, estén al servicio del mismo. Donde la trampa de la emotividad y la confrontación estén aparcados, ya habrá momento para la propaganda. Donde las cuentas pendientes, personales y sociales no tengan cabida. Donde las ansias de poder, no sean mayores que el respeto de la ética y la honradez. Donde los discursos incendiarios dejen paso a los discursos técnicos y de consenso. Ellos debieran responder, pero nosotros debemos exigir. Y no debemos exigir desde la vehemencia, debemos ser críticos, quitarnos la camiseta del equipo de turno, razonar y entender que hay detrás de cada palabra. Entender de que estamos hablando y que es lo que suma y que es lo que resta. Esto no es tarea fácil, el lenguaje y la comunicación entrañan miles de triquiñuelas para que el interlocutor derive la atención y engañar al receptor. Debemos estar atentos, reflexivos, tener algo más en la cabeza que la cuenta de ganancias y pérdidas. Necesitamos tiempo, tiempo para ser libres, para tener un pensamiento crítico y razonado, no algo que nos lo den mascado, se que hay cosas que se escapan a nuestro entendimiento, soy consciente de ello, pero para eso están los políticos, para representarnos y explicarnos las diferentes medidas, las diferentes opciones.

Espero y deseo que cuando llegue está "nueva normalidad" tan ansiada, se caracterice sobre todo, por unos ciudadanos con derechos pero también con obligaciones, con la obligación de ser libres pensadores, críticos, reflexivos, difíciles de manipular y alejados de fanatismos estúpidos que sólo sirven para que ganen unos pocos y que la gran mayoría pierda.

En definitiva, espero madurez democrática.

 
 
 

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