EL PREPARADO
- Pablo Alarcon Molina
- 31 mar 2020
- 5 Min. de lectura

19 de marzo de 2020, el mundo vive una crisis como hace tiempo que no vivía. Hay ciertos países más afectados China, Italia, España. Dentro de España hay una ciudad muy castigada por esta pandemia, Madrid.
Me sitúo en un barrio del sur de Madrid, barrio obrero, barrio especialmente castigado por el Covid-19. Son las 7:55 de la tarde y la gente se prepara para salir a aplaudir a sus balcones. ¿A quién aplauden? Aplauden a los sanitari@s, médic@s, enfermer@s, celador@s, limpiador@s de hospitales, trabajador@s sociales, trabajadores de supermercados, transportistas, pero también a las fuerzas de seguridad del estado, militares, policía nacional y municipal, guardia civil, muchos de ellos funcionarios, otros trabajadores para empresas privadas pero todos ellos unidos por un mismo objetivo común, detener el virus. Y es que cuando existe un enemigo común es más fácil tener empatía con tu compañero de batalla, es más fácil entenderle, le necesitas para seguir en la lucha, te sientes más fuerte con él, estamos en el mismo equipo.
Es el equipo de los trabajadores asalariados, del pueblo, de mirar las cuentas bancarias para saber si este mes vas bien de dinero, ese equipo que necesita los servicios públicos para poder sobrevivir en estos tiempo, y ahora lo de sobrevivir no se ve como una hipérbole, es una realidad de la que muchos no eran conscientes.
Quizás la gran revolución a nivel de imaginario colectivo no sea que los trabajadores estén en el mismo barco, sino que los que tienen más dinero también necesitan la ayuda de todos para salir adelante. Aquí el individuo en soledad no sobrevive, necesitamos del colectivo, y el colectivo está formado por individuos con conciencia de colectividad.
Esta crisis ha podido hacer reconciliarse a la población. Podía parecer que había dos bandos, los poderosos y los trabajadores. Bancos, fondos buitres, clase política, gente con poder, podían parecer con total impunidad a la hora de actuar, amparados por esas fuerzas de seguridad del estado. Defendiendo, en definitiva al que más tiene y que si hacemos proporciones, al que menos aporta a la comunidad y más se beneficia de ella, te equivocas de bando. Necesitamos a la policía, pero necesitamos a una policía del pueblo. La idea de la anarquía me seduce, pero empiezo a pensar que es una utopía, el acuerdo voluntario entre ciudadanos no se sostiene si no existe una autoridad o coacción externa que vele por ese acuerdo voluntario. No me gustan las jerarquías ni los liderazgos y creo en la igualdad de todos los miembros de la población, pero esa igualdad se rompe cuando alguien decide saltarse ese acuerdo voluntario para beneficio propio. Y ese alguien que se salta el acuerdo debe ser sancionado.
El coronavirus, cual virus cabrón, tiene en su propio nombre lo que debe ser revisado después de esta crisis. No es que la monarquía española sea la culpable de esta pandemia pero sí que es cierto que esos 100 millones de dólares recibidos (presuntamente) por Juan Carlos l de la casa real saudí vendrían muy bien a la sanidad española y a las arcas del estado Español, y cuando digo estado Español no me refiero a un ente invisible, me refiero a todos los ciudadanos y ciudadanas que viven en el territorio. Sé que puedo caer en la demagogia y en la subjetividad máxima al establecer este paralelismo pero es que el timing ha sido perfecto (podría parecer incluso planificado).
Además existía una oportunidad de redención en la casa real española, su hijo, el actual rey de España salió hablar, salió a dar aliento a los españoles. Entiendo que su postura era difícil, justificar algo que no ha hecho él no es una posición cómoda para nadie, el tema es que puede que no haya cometido delito alguno Felipe VI, lo que sí que creo es que se haya beneficiado de algún modo de ese presunto delito, por lo menos la entidad a la que él representa.
Los actos son los que definen a las personas, salir dando apoyo a los españoles está bien, renunciar a la herencia real está también bien pero en una situación como la actual y después de todos los ladrones que han pasado por nuestras instituciones públicas, se me antoja como un gesto un tanto escaso.
No seré yo quien diga que es lo que redime a la corona española con el pueblo, será el pueblo quien dicte sentencia, cuando este se crea que en realidad siempre ha sido él quien ha ostentado el poder. Un rey sin pueblo no es nada, en cambio un pueblo sin rey sigue siendo un pueblo.
Ver un coche de policía secreta siendo aplaudido por gran parte de la vecindad, me ilusionó, me recordó que no estamos tan alejados, que ellos son pueblo y que en algún momento de esta historia a alguno se le ha olvidado esto. Me sentí mucho más cercano a ellos que a esa imagen retrasmitida por las televisiones de un rey dando un discurso a su pueblo sin asumir ninguna responsabilidad verdaderamente significativa. Si soy sincero, no creo que se haga justicia con todos los españoles, surgirá cualquier triquiñuela legal, la justicia tiene sus límites, uno de ellos es el poder. Pero igual este virus nos haga replantearnos hacia dónde vamos y cuál es el camino que queremos tomar. Igual nos enseña que sólo el pueblo salva al pueblo y que lo publico no es de unos o de otros, sino de todos y que como tal debemos cuidarlo, protegerlo, defenderlo.
Evadir Impuestos es defraudar a la comunidad, es incumplir un pacto firmado por todos los componentes de la sociedad, es robar. Unos roban más que otros y a unos les sancionan más que a otros, pero no olvidemos que esto funciona porque todos contribuimos, la solución no es si ellos (los poderosos) roban, porque no voy a hacerlo yo.
La solución es, si tú te saltas el acuerdo tú la pagas y no en un sentido metafórico, sino que pagas lo que debes y cumples tú sanción. El caso es que la justicia parece que es justa sólo para unos, nos topamos con el poder y al poder, no se le toca.
Si todos los españoles evadimos 1 € al año se habrán perdido 49 millones de euros al año. Un test para detectar el virus vale 19 €, echemos cuentas. Y si de los 100 millones de dólares la mitad hubieran ido a la sanidad pública, o a la educación, o al transporte. Y si las grandes fortunas en vez de tributar fuera de España tributaran en España, ¿cuántas mascarillas se podrían comprar? La responsabilidad es de todos, quizás, al final de cuentas, de eso se trate todo esto, de la responsabilidad que existe cuando vives en comunidad.
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