DROGAS, AMBIENTE Y GENÉTICA.
- Pablo Alarcon Molina
- 25 ago 2019
- 4 Min. de lectura

“Si observamos ciertas experiencias y conductas sin considerar las interacciones familiares, puede parecernos que, en comparación, no tienen ningún sentido desde el punto de vista social, pero si observamos esas mismas conductas y experiencias en su contexto familiar original, es probable que nos parezcan más sensatas” (Laing y Esterson 1970: 26)
Cuando hablamos de consumo problemático de sustancias psicoactivas tenemos que partir de determinados axiomas para poder empezar a construir.
El primero de ellos, a mi manera de entender, es que dichas sustancias tienen efectos en el cerebro y en la vida social de quien las consume.
El segundo es que las sustancias psicoactivas, pueden ser legales o ilegales, y de esta distinción, surgirán una serie de características (sociales) que influirán en nuestra manera de consumirlas.
Estos dos puntos de partida son difíciles de discutir, pero y si digo que la genética no tiene nada que ver en la dependencia a las sustancias. Aquí, probablemente haya más controversia, puesto que se toca un debate con muchos años de edad.
Mi interés por hablar de este tema surge por la lectura de unos apuntes entregados en un centro de tratamiento para personas con problemas con drogas. Revisando dichos apuntes, de los cuales surgen grupos terapéuticos me encontré que había un epígrafe que ponía:
Razones para hacerse adicto:
-Aprendizaje
Consumo repetido (se fijan conductas y recuerdos)
Genética 50 %.
-Estrés.
-Enfermedad mental.
Al margen de estar más o menos de acuerdo con este epígrafe, lo que me chirrió sobremanera es: 50 % de genética. ¿Es posible esto? Si la genética es tan importante a la hora de definir una conducta problemática, el 50 % nada más y nada menos, tenemos la mitad de la batalla perdida cuando queramos cambiar esa conducta.
En la revista de Salud mental escriben lo siguiente. “La adicción depende de factores sociales y psicológicos, pero la contribución genética es muy importante. Nuestros genes pueden hacernos vulnerables al consumo de drogas. Algunos polimorfismos de diversos genes nos pueden volver sensibles a la adicción o incluso dificultar la eficiencia de los tratamientos orientados a la rehabilitación. Uno de los polimorfismos más estudiados es el de las enzimas hepáticas (CYP450), asociados a la vulnerabilidad para la adicción al tabaco, el alcohol y la heroína. Adicionalmente, debemos considerar que nuestro material genético responde a los estímulos ambientales (epigénesis), de tal forma que condiciones ambientales inadecuadas, pueden cambiar nuestra conducta y tornarnos vulnerables a la adicción.” (Vol. 33, nº 6, noviembre-diciembre 2010, Salud Mental)
La gran parte de los textos que he encontrado, van dirigidos en este sentido, genéticamente estamos predispuestos pero el ambiente también influye, en ningún texto ha sido tan osados como para dar un tanto por ciento, algo que a mí se me antoja ridículo, partiendo de lo imposible de la tarea.
Por lo tanto me surgen una serie de interrogantes que no he sabido encontrar la respuesta;
1º ¿Existe la posibilidad de identificar en el recién nacido el gen o los genes que nos hacen ser más vulnerables a las adicciones?
2º ¿Cuándo hay que hacer la investigación? Al recién nacido o incluso cuando todavía no ha nacido, es decir, en la etapa prenatal, puesto que sabemos que el ambiente nos empieza a influir desde la formación temprana.
3º ¿Existen estudios con la suficiente validez para afirmar que una persona es genéticamente vulnerable a desarrollar una adicción?
Otra hipótesis atrayente, actualmente en relación con la adicción desde el puto de vista neurobiológico, es la que se conoce con el nombre de la hipótesis de la dopamina. La idea de que un neurotransmisor pudiera estar asociado a una serie de dependencias o de adicciones, que abarcan sustancias tan diversas como la cocaína o el etanol, es algo que atrae a todos los neurobiólogos. Aunque todos estamos de acuerdo en que la dopamina no es la única molécula relacionada con la adicción, si piensan que podría ser una molécula clave. Uno de los principales defensores de esta hipótesis es el profesor Di Chiara y su equipo, quienes señalan que los opiáceos, el alcohol, la nicotina, las anfetaminas y la cocaína provocan una acumulación de dopamina en el núcleo accumbens. Esta hipótesis se está desarrollando, y puede ser un marco básico para explicar un rasgo genético, la tendencia a producir poca dopamina, puede relacionarse con factores ambientales para crear el problema de la adicción. (Neurobiología de la adicción a las drogas de abuso, Rev Neurol 2003;36 (4): 361-365).
La aplicación práctica de esta hipótesis es clara, localizar potenciales lugares de acción para nuevos fármacos.
Mi manera de ver la problemática es otra, sin desmerecer ningún esfuerzo que permita darnos luz acerca de esta gran problemática social, no creo que exista ningún fármaco que nos proteja de la soledad, la tristeza, la violencia, ni que sustituya a unos padres poco implicados o maltratadores, ni que nos enseñe a desenvolvernos socialmente y hacer frente a los desafíos que nos plantea la vida en esta sociedad.
No cabe lugar a dudas, que somos el resultado de la influencia constante del ambiente sobre nuestro sustrato genético, un proceso de cambio incesante que dura desde la concepción hasta la muerte. De hecho, los seres humanos surgieron de un círculo virtuoso que implicó a nuestros genes, nuestro cerebro, la dieta, la cultura, la tecnología y las relaciones sociales, es decir, aspectos biológicos y aspectos ambientales íntimamente conectados entre sí, pero en nuestra manos no está el poder influir en nuestros genes, sin embargo, sí que podemos influir en nuestro ambiente.
Cimentar tratamientos terapéuticos en la medicación, cuando hablamos de dependencia a sustancias psicoactivas, me parece sustituir un consumo por otro. Acompañar a las personas para que ellas mismas desarrollen sus potencialidades, me parece una base más segura para el crecimiento personal y que sean ellas las que puedan dejar de lado ciertas conductas que son dañinas para su desarrollo.
Siempre he defendido que influye más el código postal que el código genético en nuestras vidas y en este aspecto no es una excepción.
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